3.24.2011

Alejandra Azcárate / Un tigre de pies descalzos

He intentado recordar cuándo fue la primera vez que oí mencionar a Shakira y no lo recuerdo con exactitud. Parece un ser tan cercano que con ella no existe un dominio de tiempo ni de espacio. Por mi cabeza pasan imágenes de El Oasis,  aquella novela espantosa que protagonizó, en medio de un desierto, con el pelo negro azabache y chuto. Luego la recuerdo en un unplugged de MTV donde al ritmo de ¿Dónde estás corazón? puso a corear a toda Latinoamérica sus particulares frases aceleradas. Tiempo después, con su baile árabe y sus ojos negros enloqueció al mundo.
Shakira en las revistas, Shakira en las discotiendas, Shakira en todos los canales, Shakira en gira mundial y Shakira con de la Rúa como un tatuaje. Ella desde sus inicios en Magia dejó claro un estilo. Cosa que admiro profundamente porque si algo respeto es la autenticidad. Para muchos expertos su voz no era potente ni el cambio de decibeles agradable. Sin embargo, el público, que es el más implacable juez, adoró su sello personal.
Admito que he tenido momentos de amor y desamor por ella. La quiero cuando la veo en los principales escenarios del mundo poniendo a la gente de pie a aplaudirla sin pausa,  cuando sonríe junto a sus inseparables padres, cuando abraza a los niños que alimenta y educa a través de su fundación Pies descalzos y sobre todo la amé cuando, a manera de serenata rockera, le cantó desde sus entrañas y de frente, a Steven Tyler, vocalista de Aerosmith. Pero con la misma sinceridad admito que me ha caído gordísima al oírla hablar con acento argentino diciendo: "A mí me gujta el boshoo de shuuca".  Al verla desfilar por las alfombras rojas con unas pintas que me han hecho fruncir el ceño y poner las manos en el pecho o cuando recuerdo su romance con el cabeza de ternero, Oswaldo Ríos.
Su vida personal y amorosa, pese a su categoría de luminaria internacional, lo cual conlleva una persecución constante, jamás ha sido ofrecida, explotada ni expuesta por ella misma. Como una mujer decente y discreta del común, nunca ha hablado de su estado sentimental. Cosa que deberían aprender varias aquí en Colombia, que por buscar una figuración a toda costa, una fama efímera y sin soporte profesional alguno, venden y ferian su intimidad de la manera más ordinaria, grotesca e innecesaria, inundando los medios hasta el hastío repelente. Shakira, por el contrario, no se dejó presionar por la prensa para casarse sin razón de ser, no resultó en embarazo como afirmaron más de cien veces y con sus treinta y cuatro años está demostrando que el deber ser, simplemente es ser feliz, sin seguir protocolos ni parámetros socialmente impuestos en el plano sentimental.
Aprendió inglés en tiempo récord y con una fluidez sorpresiva sedujo el mercado norteamericano logrando con absoluto éxito el tan anhelado "crossover". Hoy en día es un ícono que mueve masas, revienta conciertos y acapara la prensa del mundo entero. Se convirtió en una referencia obligada de nuestro país en el exterior. Vuela de Bahamas a Barcelona con la misma facilidad con que en sus inicios lo hacía de Barranquilla a Cartagena. Esa es nuestra Shakira, la mujer de 1,60 que con su tenacidad ha demostrado que ningún género le queda chiquito. Se ha adueñado sin temor y con éxito de la balada, el rock, el pop, el bolero y hasta el reguetón.
Ahora, una vez más, su cara solo irradia felicidad. Después de más de una década con el mismo personaje, está estrenando novio español, diez años menor y que sabe meter el gol. Sin duda, Shakira está loca con su tigre.
Alejandra Azcárate. Periodista y politóloga del Emerson College, de Boston. Presentadora de 'Ellas dicen', Canal Discovery Home and Health, locutora y actriz que actualmente presenta el stand up comedy 'Descárate con la Azcárate' por toda Colombia. También es propietaria de la famosa tienda de ropa y accesorios de vanguardia El cuchitril.

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