Las luces que da el destino a veces no tienen que ver exactamente con los dones y los talentos naturales. Son otros carriles, como cuando se menciona eso de “estar en el momento y el lugar adecuado”. Un poco de eso le pasó a esta colombiana que pasó de ser una “rellenita” adolescente a unas de las caderas más deseadas del planeta. Shakira (cuyo nombre significa “agradecida”) deberá estarlo no sólo a los talentos que posee sino a la contrucción milimétrica de una carrera directa al estrellato.
Pero nada de eso fue posible sin haber mostrado su histrionismo desde chica. “Teníamos una vida cómoda y de un momento a otro la vida nos mostró otra cara”, recuerda la cantautora que nació en Barranquilla, Colombia, el 2 de febrero de 1977. Ya próxima a cumplir sus 35 años de vida tiene casi resuelto su futuro material y amoroso. Pero para haber llegado a este momento, producto de la unión de William Mebarak Chadid, un estadounidense de origen libanés, que fue afincado en Colombia a los cinco años y Nidia del Carmen Ripoll Torrado una natural del país cafetero de ascendencia española-catalana, la cantante se rozó con la bancarrota temprana de sus progenitores que quebraron en el negocio de la joyería.
“A partir de ese momento me obsesioné con obtener el éxito para reivindicar a mi familia, la posición económica de mi familia, pero también me obsesioné con algún día hacer algo por estos niños que causaron un impacto tan profundo en mi mente infantil”, recuerda cuando a su memoria regresa la imagen que su padre le hizo ver en ese momento tan delicado a niños huérfanos que realmente la pasaban mal. Allí, siendo una niña de siete años tomó conciencia de lo que era “estar mal”.
O que se propuso arrancó a esa misma edad cuando recitaba poemas que ella misma escribía ya desde los cuatro años de edad. Incluso en ese entonces demostró sus dotes de bailarina haciéndolo sobre una mesa en un restaurante de comida árabe y después fue apodada en la escuela como “la chica del baile del vientre”.
Igual, para el canto, todo empezó muy mal. Fue rechazada de dos coros escolares por ese “vibrato” al que un profesor catalogó como el “chillido de una cabra”.
El final de la década del ’80 donde traspuso sus 10 años de edad le dio el primer guiño de artista. Ganó por tres años consecutivos el concurso televisivo de Telecaribe “Buscando la artista infantil”.
Un pase de magia. Cuando ya Barranquilla la adoptó como una artista local, aún amateur, conoció a un ejecutivo de Sony Colombia que sin mucho convencimiento le dio su primera oportunidad. Tenía 14 años y ya trasladada a Bogotá llegó a “Magia”, su primer álbum que le dio un pequeño trampolín. Eran canciones propias entre las que se destacaban el nombre del disco, “Tus gafas oscuras”, dedicada a su padre en ocasión de la pérdida de su medio hermano (ella era hija única de esta pareja), pero 1993 fue un año que ya la plasmó en artista cuando alcanzó un tercer puesto en el duro festival de la Canción de Viña del Mar. Allí llevó la interpretación de “Eres”. Igual el segundo lanzamiento discográfico “Peligro” no generó ni la venta ni la expectativa popular por lo que la cantante tomó un receso hasta 1996.
El camino hacia los fines de esa década la tenían preocupada y trasponiendo el primer lustro apareció “Pies descalzos”. Eso fue lo que convenció a ella y al público. “Estoy aquí”, “Donde estás corazón”, “Un poco de amor”, “Se quiere se mata” fueron algunos de los temas que la colocaron en una venta de más de cinco millones de placas.
Sobre el ’98 llegaron “Ciega, sordomuda”, “Inevitable” y “Ojos así”. Con eso ya no había nada qué hacer. El comienzo del 2000 la puso en los portales noticiosos, sobre todo argentinos con el promocionado noviazgo con Antonio de la Rúa, justo en el inicio de la peor crisis nacional de los últimos años. Shakira pudo encontrar aún espacios para catapultarse con la conformación con otros artistas de la afamada Fundación Alas y su consagratoria presencia en los escenarios, ya un perfil que no se apartaría nunca más de sus éxitos. Llegaron luego múltiples reconocimientos de MTV y los Grammy, como también el lanzamiento de sus discos como “Servicio de Lavandería” que es bilingüe y con fusiones musicales de funk y rock que la dejaron bien parada en su innovación musical y su redescubrimiento como artista. Llegar a grabar la canción de un Mundial (Sudáfrica 2010) y ser presentada en el circuito norteamericano como “una artista más” le valieron de un registro inquebrantable. Los discos respuestas en todos los continentes y su “globalización” como cantante le devolvieron en sí una imagen que ha trascendido a su rol de artista pura latina. Es mucho más que eso y lo ha sabido capitalizar con creces.
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